Asistimos en la vida cotidiana, en la calle, en el trabajo a un desmoronamiento progresivo de todo lo que da sentido a nuestra vida. Como mucha gente, nosotros también vivimos bajo este avance de la insignificancia, esperando que será posible un cambio del curso de las cosas.
Esta carrera devastadora es llevada por una minoría reinante que sólo actúa por la obsesión de la acumulación, de la dominación y del poder. Las « democracias representativas » - como también las revueltas actuales- llevan a callejones sin salida. Sólo un despertar de las poblaciones y su activación en la lucha por un mundo viable y decente podrá plantear los reales problemas que las atraviesan. Querer la libertad hoy, es querer una ruptura clara llevada por el conjunto de la población : una auto-transformación de la sociedad.
Queremos una democracia ejercida por las poblaciones donde la gente decida por sí misma de la dirección y del funcionamiento de su sociedad. Esto implica un individuo capaz de respetar, interrogar, criticar y crear las reglas y las normas comunes así como las de su vida individual. No se trata de soñar con un paraíso, sino de hacer advenir una civilización digna, libre y responsable. Queremos pues una sociedad que plantée explícita y lúcidamente sus propios límites, que rompa así claramente con la ideología dominante. Primero hay que reapropiarse unas actitudes propias a las regiones llamadas « subdesarrolladas » : solidaridad, don, ayuda mutua, buena convivencia, hospitalidad, honestidad, valores que constituyen la esencia de una sociedad digna.
Un cierto número de medidas se imponen para impulsar la prudencia en lo técnico-científico, la frugalidad en el consumo y la sensatez en los asuntos públicos. El ύnico modo de poner trabas a la sed de poder es organizar todas las instituciones en torno a asambleas democráticas, soberanas, mandatos revocables y rotación de las tareas. Y sólo podemos deshacernos de la búsqueda ilimitada de provecho estableciendo juntos una igualdad estricta de los ingresos y una redefinición colectiva de las necesidades. Nada de eso es natural o ineluctable, pero tampoco imposible, ya se producieron tales rupturas varias veces en la historia.
Nuestras ideas se inscriben en este proyecto de autonomía resultante de siglos de luchas colectivas que rechazaron un orden impuesto por una autoridad exterior inaccesible : Tradiciones, Dioses, Naturaleza, Ciencia, Mercado o Partido. Nacido en la Grecia antigua, emerge de nuevo en el Occidente:fue encarnado por el Renacimiento, la Ilustración, la Revolución francesa, el movimiento obrero, los conflictos de descolonización, luego la lucha de las mujeres, de los jóvenes, de las minorías y de los ecologistas. Hoy este proyecto de igualdad y de justicia está moribundo y pisoteado y retrocede en beneficio de otra creación histórica del Occidente, la delirante racionalidad instrumental, extendida a todos los ámbitos de la vida.
El objetivo de nuestro colectivo es que este proyecto llegue a ser un verdadero proyecto de civilización. Nuestra necesidad de una inteligencia colectiva tan capaz de reflexión teórica y de palabra pública como de intervención práctica es apremiante. Las fuerzas capaces de llevarlo están aún dispersas y a menudo se ignoran a si mismas. Nuestra búsqueda de autonomía individual y colectiva sólo tiene sentido en una práctica concreta continuamente renovada, inscrita en la vida ordinaria, una progresión a tientas.
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